Muchos estudiantes en la actualidad se están preguntando que van a estudiar

Los colegios ofrecen diversas herramientas que aportan a la decisión del joven, en esta etapa de su vida. Sin embargo, en algunos hogares encontramos, que la presión que los padres ejercen sobre sus hijos, preocupados genuinamente por acompañarlos en tan importante elección y con la mejor intención de garantizar un buen futuro para sus estos, muchas veces está viciada por el desconocimiento del joven. La presión ocupa entonces un lugar privilegiado en todo la familia, desintegrando en oportunidades los vínculos, generando ansiedad, miedo y culpa.

Los jóvenes repiten una y otra vez que desean estudiar algo que les “guste”, pero hasta ahora nadie se preocupa en nuestro medio por el estilo de personalidad y por brindarles herramientas desde la inteligencia emocional lo cual unido a lo que el colegio y familia aportan, facilita el proceso fortaleciendo al joven, la familia, al colegio y toda la gama de entornos en el cual está inmerso. Un sistema que conoce la inteligencia emocional de los jóvenes, es uno que puede ayudarles a potenciar sus habilidades, motivarlos y guiarlos través de los diferentes retos que ofrece la vida.

Padres de familia que conocen el estilo de personalidad de sus hijos, mejoran sus relaciones con este, desarrollan habilidades de comunicación funcionales y mitigan el conflicto familiar que hoy en muchos hogares está presente, porque pueden influirlos y establecer estrategias de comunicación que beneficia a todo el sistema. Familias que no son capaces de aproximarse desde el conocimiento del estilo de personalidad, en oportunidades los lanzan a un “precipicio” en donde la droga, el alcohol y otros males que atacan a nuestra sociedad son un buen caldo de cultivo para ellos.

La inteligencia emocional permite que las personas vivan bien, las dota de capacidades para enfrentar contratiempos y superar obstáculos, viendo las circunstancias bajo una óptica distinta. Esta, puede ser fomentada y fortalecida desde muy joven, a fin de ampliar y/o modificar habilidades emocionales que complementaran las características innatas de su personalidad.

Una buena inteligencia emocional, le permite a la persona tomar conciencia de sus emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones en el hogar, la universidad y el trabajo, acentuando la capacidad de trabajar en equipo, permitiéndole desarrollar una actitud empática y social, que le brindará mayores posibilidades de desarrollo personal.

Se ha encontrado que jóvenes que no se destacan demasiado por sus habilidades cognitivas, suelen obtener éxito muchas veces más que lo que son muy inteligentes cognitivamente hablando, lo cual los lleva en el futuro a alcanzar mayor éxito a nivel personal y profesional. Desde esta nueva perspectiva, si antes se consideraba inteligente una persona por su nivel intelectual, ahora se comprende que es más importante aprender a administrar las emociones de manera inteligente. Administrar los impulsos y la capacidad de posponer una satisfacción personal, el ser capaces de regular la emoción e impedir que se alteren las facultades de razonamiento, además de la empatía con el otro y la esperanza, las cuales son factores esenciales para alcanzar el éxito y la felicidad.

Los adultos y las personas que nos relacionamos a diario con los adolescentes podemos continuar estimulándolos de manera que puedan potenciar sus emociones y por ende influir en el intelecto o podemos igualmente arruinar su vida en general y la carrera que eligieren en el futuro en particular.

Juanita Holguín Ordóñez
Psicóloga-Terapeura familiar sistémica